viernes, 13 de julio de 2012

Happy new year, darling.

Una madrugada de un día de enero, el primero de ese año, en un lugar de la ciudad.
- Feliz año, cariño.
- Feliz año.
  Y se dan un beso apasionado, mientras los fuegos artificiales se escuchan atronadores en aquel lugar de la ciudad. Separan sus labios y miran al mismo tiempo por la ventana de la habitación del hotel en el que por primera vez hicieron el amor, hace solo unos días. El cielo está bañado de luces de colores que se dispersan de mil maneras diferentes, alrededor de las estrellas.
- Y ahora...
- Ahora, ¿qué?
- Ahora te tengo reservada una gran sorpresa.
- ¿Sí? ¡Me encantan las sorpresas!
  El joven la coge de la mano y la guía hasta la cama. La obliga a sentarse y le guiña un ojo.
- ¿Recuerdas lo que me pediste en nuestra primera cita?
- ¿La del sándwich de salmón?
- No. Eso no fue una cita. Me refiero al primer dia que quedamos para salir a dar una vuelta, ya como pareja.
- Pues no. ¿Qué te pedí?
- Que bailara contigo.
- ¡Ah, eso! Pero no lo hiciste.
- Exacto. ¿Y en la segunda?
  Paula sonríe. Fueron a un pub y sonó un tema de Maldita Nerea que le encanta, Abrí los ojos. Le rogó que bailara con ella. Le contestó que él no bailaba. La chica entonces le llamó soso y el escritor dijo que no era soso, solo que tenía dignidad.
- Lo mismo.
- ¿Y qué pasó? Que no lo hice -se contesta a sí mismo- Pues bien. Hoy vamos a arreglar eso. Hoy perderé por completo mi dignidad.
- ¿Qué?
  El joven saca su móvil del bolsillo, busca una canción y le da al botón para que suene. Comienza el Single Ladies de Beyoncé.
  Cadera a un lado, cadera al otro y mano derecha suelta.
  Paula se tapa los ojos. ¡No quiere ver lo que está viendo! ¡Se muere de vergüenza! Sin embargo, su novio continúa bailando.
  Cabeza arriba y abajo, y pasitos rápidos hacia delante, estirando los brazos.
  La chica está con la boca abierta. ¡Dios! ¡Se ha aprendido la coreografía de memoria!
  Manos a la cintura y movimiento de pelvis insinante.
  Y entonces, tras aquello, Paula empieza a reírse escandalosamente. Es demasiado. No puede parar. Con cada paso, se rie más y más, revolcándose por la cama y poniéndose las manos en la tripa. Esto no molesta a Álex, sino que le motiva más. Y sigue con el baile hasta que termina. Son tres minutos y dieciocho segundos... surrealistas. Agotado y sin parar de jadear, mira a su novia. Esta se pone de pie. Todavía se está riendo.
- ¿Qué? ¿Cómo lo he hecho?
- ¿Quieres la verdad?
- Claro.
- Pues... sigues siendo un soso -señala alegremente-. Pero... nunca he visto a un chico tan soso mover las caderas como las has movido tú en este baile.
  Y después de darle las gracias por molestarse en sacarle una sonrisa, se lanza sobre él. Álex la coge a pulso, sujetándola con fuerza. El vestido de noche de Paula se ha subido y sus manos rozan su piel y tropiezan con su ropa interior.
- No necesitas ser nada más. Para mí ya lo eres todo.
- ¿Todo, todo?
- Todo. Todo.
- ¿Aunque baile como un pato mareado?
- Aunque fueras un pato y te mareases.
  Los dos vuelven a sonreír. Un nuevo estallido de colores alumbra el cielo oscuro de año nuevo. Paula no quiere verlo. Prefiere al chico del que se ha enamorado perdidamente. Cierra los ojos y besa a su bailarín particular. Mientras lo hace, pide un deseo. Estar juntos por siempre.

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